El Estado de Arizona con su propuesta de ley racista (SB1070) se convirtió en noticia a principios del 2010. El gobierno de ese Estado apostó por la confrontación y a acentuar el odio como estrategia de fortalecimiento político. Las elecciones de noviembre en Estados Unidos siguieron el camino de la descalificación al extremo: “Obama es un peligro”, “es un comunista”, hay que poner en la mira a todos aquellos que han promovido el seguro de salud universal. La descalificación, la violencia verbal, el odio sembrado en la masa ávida de luchas, guerras y sangre genera sus frutos: Gabrielle Gifford y sus compañeros.
Las maquiladoras fueron el emblema del desarrollo neoliberal en los años 80, serían la solución de los problemas. Ese modelo discriminatorio de trabajo dejaba a los obreros, fundamentalmente mujeres, sin derechos laborales. La violencia también es estructural, se sembraron vientos de proletarización, de desigualdades sociales profundos, de resentimientos sociales y ambiciones de productos en un escaparate inalcanzable. Algunos de sus frutos: el feminicidio en Ciudad Juárez, la violencia en las fronteras del país.
El clamor contra la impunidad subió de tono, de los reportes de derechos humanos de los años 80 y 90 se pasó a las grandes marchas exigiendo justicia, modificaciones a la estructura de administración de justicia. La respuesta fue ignorarlos, resolver en 15 minutos problemas sociales de años, firmar acuerdos sin cumplirlos. Algunos frutos: 31 mil muertos, miles desaparecidos, un sistema muy poco confiable. Siembra vientos, los frutos: Susana Chávez, Marisela Escobedo, Rubí Marisol Frayre Escobedo. ¡Ni una muerta más!
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