Hace unos días el gobierno de Irlanda cerró su embajada ante el Estado Vaticano. El argumento fue que es muy costoso el servicio diplomático y para un país tan pequeño como el Vaticano, Irlanda no tiene presupuesto. El argumento es bueno y se comprende en un ajuste presupuestal y en un contexto de crisis económica, que todo país pequeño y civilizado hace ante los gastos en el exterior. Sin embargo, el asunto tiene un trasfondo delicado. En los últimos años la católica Irlanda ha visto dentro de sus fronteras una serie de escándalos por pedofilia que han obligado a la Iglesia católica local, símbolo nacional de unidad, a pedir perdón y a pagar fortunas para acallar a los demandantes. El asunto fue sumamente delicado a pesar de que casi no trascendió en la prensa mexicana: bastantes episodios vergonzosos se tienen para adoptar ajenos. El hecho habrá que seguirlo de cerca, pues otros países, si bien mantiene buenas relaciones diplomáticas con el Estado Vaticano, no encuentran ninguna utilidad real y práctica para tener una sede de representación oficial en un estado tan pequeño. Quizá sea un signo de los tiempos, quizá no sea necesario más un Estado Vaticano y en la nueva era que se aproxima, las iglesias no necesariamente sean gobiernos y los gobiernos no se conviertan en Iglesias.
- 10/11/2011
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