Bien se sabe que las próximas guerras serán por el agua. Todos conocen que su control es estratégico para dominar poblaciones y vencer pueblos. Lo saben en Gaza y lo saben en Sonora. Hoy el precio de una botella de un litro de agua en las tiendas de conveniencia es más cara que un litro de gasolina. Las industrias consumen cantidades inmensas de agua, particularmente las mineras, de extracción y siderurgia, mientras los pueblos son racionados del vital líquido. En México, las batallas han iniciado desde hace tiempo. En Cuatro Ciénegas, Coahuila, los pobladores ven cómo se secan sus fabulosas lagunas, pues el agua se va a los pastizales y a la industria de la leche; el pueblo Mazahua conoce bien cómo en el nombre del progreso de la ciudad se despoja al campo en su cuenca de Santiago. Hoy los legendarios guerreros del Pueblo Yaqui están dispuestos a todo por defender lo que consideran su último bien del que no han sido despojados: el agua.
¿Cuál es la lucha de los Yaqui? ¿Por qué aparentemente no quieren compartir su agua con la población de Hermosillo? ¿Por qué han puesto en jaque a la capital de ese basto estado del país? ¿Por qué bloquean la carretera impidiendo el “desarrollo” y el “progreso de la nación”? ¿Qué no todos tenemos derecho a los bienes de la creación?
Mario Luna Romero, defensor yaqui de su pueblo, explica cuál es su lucha. «Nuestro objetivo es defendernos del despojo del agua que estamos padeciendo tanto para nuestro consumo personal como para producir los alimentos que comemos” y agrega con énfasis, “desde abril del 2014 hemos sido víctimas de injusticias y violaciones tanto a la ley como a nuestros derechos humanos por parte de diversas autoridades tanto a nivel estatal como federal”. En efecto, el Pueblo Yaqui ha sido despojado históricamente de sus riquezas, de su tierra, de su fuerza de trabajo; ha sido perseguido, desterrado y exiliado del país. En tiempos de Porfirio Díaz fueron expulsados de su tierra, llevados a Pinotepa Nacional, Yucatán, y llegaron algunos hasta Cuba y Marruecos. En tiempos de Álvaro Obregón fueron bombardeados por la Fuerza Aérea Mexicana.
El sufrimiento y una historia de explotación por sí mismas no dan la razón para no compartir el agua del río que ancestralmente cruza su territorio; pero en esta ocasión ciertamente la tienen. A los yaquis no sólo les asiste la verdad histórica y la razón, sino también la legalidad que otorga la Suprema Corte de Justicia con sus resoluciones, lo mismo que la de varios jueces de diversas instancias en tribunales.
“Nunca nos consultaron, como lo establecen las leyes internacionales y nacionales: llegaron a quitarnos el agua, a racionarla para nosotros en lugar de reparar las fugas que tienen de su sistema de agua en Hermosillo” afirma Luna explicando el conflicto. En efecto, la ciudad de Hermosillo pierde el 60% del agua de su sistema de distribución porque no ha renovado su tubería en décadas y se opta mejor por construir un Acueducto de 135 kilómetros – el segundo más largo del país –. En este acueducto se ha invertido cerca de cuatro mil millones de pesos y se extraerá del río Yaqui 75 millones de metros cúbicos al año. Ante este nuevo despojo los yaquis protestaron y esta vez acudieron a las instancias legales para llevar su queja. Y los tribunales les dieron la razón, una y otra instancia del largo y tedioso proceso legal mexicano lo ganaron hasta llegar hasta la mismísima Suprema Corte que falló a favor del Pueblo Yaqui (8 de mayo de 2013). Sin embargo, las autoridades del gobierno de Sonora no han acatado la sentencia, concluyeron el acueducto y lo pusieron a funcionar, en el nombre de las necesidades de los habitantes de la capital.
Los intereses tanto en la licitación de la construcción como el verdadero uso que le van a dar son muy turbios; en cambio es muy claro – como el agua – que río Yaqui es parte del patrimonio ancestral de los Yaqui. Por ejemplo, hay decenas de tomas que bajan del acueducto para abastecer grandes ranchos de políticos locales; desde enero, que se inauguró, miles de hectáreas de pastizales (alimento para vacas) se riegan con la aguas del rio Yaqui trasvasadas a las inmediaciones de Hermosillo, propiedad de grandes exportadores de carne. Ahora se planea la construcción de un corredor industrial al margen del acueducto, en las inmediaciones de la capital estatal que usará el agua que viene de lejos.
Mario comenta: “vinimos al Senado, hasta la Ciudad de México, para pedir que nos ayuden a respetar la ley que ellos mismos hacen, pero ellos estaban muy ocupados repartiendo el petróleo a las compañías extranjeras. La Suprema Corte nos dio la razón y no quieren obedecerle, y nadie hace nada para que se cumpla la sentencia. En cambio nos generan órdenes de aprehensión por protestar y por defender lo que es nuestro. Nosotros cuidamos el agua, cuidamos la vida.”
Mario Luna me escruta con los ojos para compartir algo serio: “En el camino, tuvimos dos atentados (9 de agosto). Unos camiones se nos cerraron en el camino e intentaron que nos cayéramos a los voladeros fuera de la carretera, después nos siguieron y golpearon nuestros autobuses: querían que pareciera un accidente. Los poderosos enviaron a estos matones para intimidarnos.”
Mientras conversamos llega la noticia que la minera Buenavista del Cobre, perteneciente al Grupo México (Germán Larrea), vertió 40 mil litros de lixiviados (ácido sulfúrico) accidentalmente al río Bacanuchi, afluente del Sonora que alimenta de agua a la ciudad de Hermosillo. El hecho es uno de los desastres de este tipo más graves registrados en el país. La empresa será multada por la Conagua, según informó el 12 de agosto, con poco más de un millón de pesos. Curiosamente, el terrible “accidente”, en el contexto de las batallas por el agua, fortalece el argumento de que Hermosillo depende cada vez más del agua no contaminada de los Yaqui.
El lugar donde se vertió el ácido sulfúrico fue un tiempo territorio de la tribu Tehuima conocidos también como Ópatas. En el censo del 2000 el Inegi ya no los considera existentes y la lengua ópata a punto de extinguirse. La minera Buenavista del Cobre es hermana de la tristemente célebre de Pasta de Conchos y las respuestas en ambos casos ante el desastre y la tragedia es la misma: ocular información, mentir a la autoridad, pagar multas ridículas, no hacerse cargo de las consecuencias de las negligencias y actos criminales y fundamentalmente apostar al olvido, en tanto se devasta la región.
La lógica del Acueducto no es dar vida y darla en abundancia, sino canalizar los bienes hacia las grandes industrias para comercializarlos sin importar el costo ambiental que tiene – el pecado contra la creación –.
Mario concluye su entrevista compartiéndome que a fines de agosto viene la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y han solicitado un encuentro con los comisionados para presentar su caso, pues paradigmático de lo que sucede con muchos pueblos indios que aún tienen algún bien en su territorio. “esperamos que seamos escuchados, nuestra tribu está ya muy intranquila: somos guerreros de muchos años y no estamos contentos”. Y concluye “¿a dónde nos quieren llevar? ¿Por qué no cumplen con sus propias leyes y juicios?”
Pablo Romo Cedano
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