No hay que dejar de tener puesto un ojo en el norte de África, particularmente en Marruecos, Libia, y del otro lado en Somalia, Djubuti y la península arábiga completa. Pues parece que ahí se está cristalizando una serie de anhelos pospuestos o frustrados de libertad e independencia, por causa de dictaduras de varias décadas apoyadas y sostenidas por las grandes petroleras occidentales y las corporaciones financieras del mundo.
La desesperación de los autoritarios invariablemente se manifiesta por el enloquecido uso de la fuerza, por la militarización, los estados de excepción, las violaciones a los derechos humanos y la criminalización de la protesta social. Lo vimos en Gdaim Izik, cerca de El Aaiún donde tropas marroquís perpetraron una de las peores masacres de la historia, lo vemos ahora en Trípoli, lo vemos cuando los militares son usados para combatir a su propio pueblo y no para defenderlo de los invasores extranjeros.
Los pueblos del norte de África y de la península arábiga hoy no sólo se quejan sino salen a las calles para exigir la dimisión de reyes, coroneles y jeques, para instaurar procesos de participación popular abiertos y transparentes, para tener beneficios como pueblo de los dividendos del petróleo. Esperemos que Berlusconi vea muy pronto caer a su amigo Libio, esperemos que los pueblos transiten hacia democracias y no hacia fundamentalismos obscuros y también autoritarios. El garabato está en nuestro propio país.
Dejar una Respuesta