Hace un año, el 28 de febrero, se nos fue Carlos Montemayor, la muerte nos arrebató a uno de los grandes de las letras y del trabajo por la paz. Fue un hombre intenso en muchos sentidos, su obra es muy amplia, va desde traducciones de los clásicos, del griego y latín hasta novelas como La Fuga (2007), Las Armas Del Alba (2003), Los Informes Secretos (1999), Guerra en el Paraíso (1991) y Minas Del Retorno (1982). Fue re-conocido por sus ensayos sobre Chiapas. La rebelión indígena en México, La guerrilla recurrente; Rehacer la Historia y Pueblos indios en México.
Carlos fue de esos hombres que México necesita por centenas. Grabó varios discos, pues también cantaba lo mismo opera que boleros con una voz de tenor; fue un gran poeta y aliado de poetas, sobre todos indígenas, a quienes les ayudaba en sus traducciones al castilla. En sus últimos tres años trabajó intensamente por la paz en México como miembro de la Comisión de Mediación (COMED) donde se desempeñó como vocero y gran estratega.
Amaba como pocos su tierra, Chihuahua, hoy desvalijada; tenía un sentido del humor extremadamente fino y sabía relativizar y moverse lo mismo con la familia de Lucio Cabañas que con secretarios de gobernación y militares de alto rango. La ausencia de Carlos es un hoyo negro en este país. Fue un bohemio como pocos, un hombre intenso como su propia obra y un amigo cercano que se daba con confianza, con una generosidad inigualable. Se llevó la muerte a un amigo.
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