Oye nacer el trueno del derrumbe,
óyelo arrastrarse del otro lado de la palabra,
de aquella que no se ha escrito ni pronunciado,
la que nos duele antes de pensarse,
la que no tendremos jamás.
Oye mi nacimiento en esa palabra,
óyeme sin piel tratando de hablar,
golpeando los dientes desde adentro,
abriendo las quijadas con un palo
para caer de cabeza con un alarido
a los pies de estas palabras maltratadas.
Tus manos reciben ese nacimiento.
Daremos esa luz que nadie ha dado.
- 25/04/2016
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- Óscar Oliva
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