“Nosotras y nosotros, hombres y mujeres, convocados por el Espíritu que ‘renueva la faz de la tierra’, hemos celebrado este primer Congreso de la Madre Tierra”. Así inicia el comunicado final del encuentro celebrado del 22 al 24 de enero en la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas. Este congreso conmemora el realizado hace cuarenta años (1974) que significó un parteaguas para la historia de esa región: cuarenta años de crecimiento organizativo, de reivindicación de las justas demandas de tierra y derechos humanos.
“Al hacer memoria de los acontecimientos más significativos de la Historia” señala el comunicado final – “sentimos que ‘nuestro corazón se calentaba como les sucedió a los discípulos de Emaús mientras ‘el compañero peregrino’ les hacía un recuento de las Escrituras”. Más de 900 personas de los cuatro puntos cardinales de la diócesis se reunieron junto con sus pastores para evaluar el caminar, revisar lo logrado y animar los corazones ante los nuevos desafíos.
Este tipo de encuentros se llevan a cabo con frecuencia en muchas diócesis de latinoamerica donde se reflexiona la bendición que significa la ‘madre tierra’ y la relación que se tiene con ella. No siempre esta relación es la más adecuada y fructífera, pues la ambición humana en muchas regiones la destruye, la saquea, la agota. De ahí el surgimiento explícito del trabajo pastoral a favor del cuidado de la creación y particularmente a favor de un trato y relación con la tierra justo. En Guatemala por ejemplo, la Comisión Pastoral de la Tierra Nacional, de la Conferencia Episcopal de Guatemala, tiene por misión fortalecer e impulsar “posiciones de consenso a nivel nacional en torno a la organización pastoral, la incidencia en políticas agrarias y el desarrollo rural integral”. Se trata de: “dignificar los sectores rurales empobrecidos y marginados de Guatemala; haciendo extensible el papel profético de sus pastores en el tema específico de acciones encaminadas a generar conciencia en los diferentes actores que intervienen en la problemática agraria y rural, para buscar compromisos de solidaridad con los más desprotegidos; a defender los derechos de las comunidades, tomando como base los mismos principios éticos de la Iglesia y toda su doctrina evangélica y social”. En Brasil es ampliamente conocido el trabajo que la iglesia ha realizado en torno a la tierra: cientos de movimientos seculares han surgido de la reflexión de fe que han hecho allá, como el movimiento de los “sin tierra”.
En la medida que se hace más evidente el cambio climático, la destrucción de ecosistemas, el avance de las grandes compañías mineras y la construcción de megaproyectos y presas, se multiplican los encuentros de creyentes en todo el mundo para reflexionar y tomar medidas para proteger a la Madre Tierra, a la Pachamama, a la Abya Yala. ¿Cómo cuidar la herencia que Dios ha dejado?
En San Cristóbal de Las Casas, el encuentro sobre la madre tierra ha dejado ricos frutos: “nos dimos cuenta que el sistema capitalista neoliberal, patriarcal, represor y dominante, no es todopoderoso; todopoderoso en sólo Dios” y agregan “descubrimos que nuestra fuerza principal está en la ‘armadura de la fe’ que nos dice San Pablo en la Carta a los Efesios: la Palabra de Dios, la ética y la espiritualidad”. Estos frutos, “descubrimientos”, se llegaron a dar después de la atenta mirada en lo que pasa en el país, en San Dionisio del Mar, Oaxaca; en las acciones que las grandes mineras y transnacionales realizan despojando de la tierra a indígenas y campesinos; hechos confrontados con la palabra de Dios en las sagradas escrituras: el Génesis, la viña de Nabot, Efesios y con lo que la Iglesia ha dicho al respecto.
La celebración es parte del encuentro, los participantes en torno a un tapete de flores y frutas hacen la oración por la tierra. El tapete multicolor representa los puntos cardinales, la cruz al centro apuntando a cada horizonte, como los cuatro colores del maíz; fotos ilustrando el espacio floral con la memoria de los que nos antecedieron; frutos y raíces que nos da nuestra madre tierra y que las hace crecer en sus entrañas; luces de diferentes colores en múltiplos de trece como los apóstoles y Jesús – dirá alguno – ; pohm en abundancia, incienso que hace subir la plegaria y que purifica el espacio: hace ver con nuevos ojos.
El encuentro ha servido para “profundizar en el compromiso de la hora presente: analizar los signos de los tiempos, cuidar y defender a la Madre Tierra, denunciar las estructuras de injusticia y de pecado que ‘matan a nuestro pueblo’ (Papa Francisco), y contruir modelos alternativos de economía y organización social que vaya conformando otro mundo posible y necesario y que sean signos del Reino que Jesús nos anunció”.
Los obispos Felipe Arizmendi y Enrique Díaz, quienes signan el Comunicado Final, señalan que “con la certeza y convicción de que otro mundo es posible, convocamos a las Iglesias hermanas, organizaciones sociales y a la sociedad en general a unirnos todos y todas a colaborar y trabajar juntos para que este sueño se convierta en una realidad” y concluyen haciendo suyo el mensaje de San Juan en el Apocalípsis que “nos invita a superar un pasado de opresión, desolación y muerte y a comprometernos en la construcción de ‘los Cielos Nuevos y la Tierra Nueva’, donde reine la paz, el amor, la felicidad, la armonía y el equilibrio entre los seres humanos y con la Madre Tierra”.
Pablo Romo Cedano
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