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Salaam aleikum Muhammad Ali

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Ali subió al cuadrilátero en Miami Beach, Florida, a buscar el campeonato de los pesos pesados contra Sonny Liston en Febrero de 1964 y declaró: “Soy joven, soy guapo, soy rápido, soy elegante y probablemente no pueda ser golpeado…”.
También explicó: “Cassius Marcellus Clay se llamaba un hombre blanco que era dueño de mi bisabuelo y a mi bisabuelo le pusieron así por él, y luego a mi abuelo y luego a mi padre y luego a mí. Creo en Alá y creo en la paz. No pretendo vivir en un barrio blanco. No quiero casarme con una blanca. Me bautizaron cuando tenía doce años, pero no sabía lo que hacía. Ahora ya no soy cristiano. Sé a dónde voy y conozco la verdad y no tengo porqué ser lo que ustedes quieren que sea. Soy libre de ser lo que quiera…”. Así, iba más allá del ring, siguiendo los pasos a Malcolm X (1925-1965) a quien conoció en Detroit en 1962 y de quien dijo que era el hombre más inteligente de la tierra.
Antes de la pelea con Frazer en 1971, Ali declaró: “Voy a luchar por el prestigio, no por mí, sino por levantar a mis hermanos pequeños que están durmiendo hoy en el suelo de América, la gente negra que vive de la beneficencia, que no tienen para comer, que no se conocen a sí mismos, que no tienen futuro. Quiero ganar el título y visitar los callejones con los borrachos, con los drogadictos, con las prostitutas…”. Tal vez Ali no es el más fuerte de los boxeadores, pero es la encarnación de una fuerza. Sabe que es un gigante porque está sobre los hombros de un gigante, el gigante del dolor.
En 1967 Ali se niega a ir a Vietnam y se convierte en el antipatriota a la vez que en héroe. Bertrand Russell le escribe: “En los meses venideros los gobernantes de Washington van a tratar de perjudicarlo por todos los medios a su alcance, pero usted sabe, estoy seguro, que ha hablado en nombre de su pueblo y en el de todos los oprimidos del mundo que desafían valerosamente al poder norteamericano. Tratarán de hundirlo porque usted es el símbolo de una fuerza que no pueden aniquilar, es decir: la conciencia despierta de un pueblo entero resuelto a no seguir siendo diezmado por el miedo y la opresión. Cuenta usted con mi apoyo”. Fue condenado a prisión por cinco años, a pagar diez mil dólares de multa y, una vez que le retiraron el título de Campeón Mundial, perdió también su licencia para boxear, pero saboreó allí la pasión de la libertad y ese evento es lo que mejor simboliza su lucha: la superación de sí mismo.
Salaam aleikum Muhammad

Félix García

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